Permítanme que no les cuente cómo han llegado hasta mí los documentos que demuestran la veracidad de la historia que les voy a relatar en aras de la brevedad de esta crónica.
Allá por 1.914, era alcalde de un pueblo próximo al mío el protagonista de esta historia. Parece ser que ocurrió un tumulto en el pueblo (algunas fuentes poco fiables aseguran que el motivo fue el estallido de la guerra del 14, otras que soltaron una vaquilla durante las fiestas patronales y otras que el motivo fue una carrera de sacos durante las mismas fiestas), un tumulto en el cual se vio involucrado el propio alcalde. Accidentalmente murió un perro y el alcalde fue acusado de perricida por una oposición política bastante ruidosa que entonces animaba los plenos del Ayuntamiento. De aquella oposición política se sabe que había algunos concejales representantes de aldeas del municipio que se querían independizar del pueblo. Aquel alcalde tuvo que aguantar muchas presiones y bulos alimentados por panfletos impresos que se repartían por tiendas, bares y tabernas del pueblo, hasta que una moción de censura le usurpó la alcaldía, perdón, lo desposeyó democráticamente de la alcaldía.
La letrilla que viene a continuación la publicó el propio alcalde en el libro de fiestas de 1.915 cuando todavía no había sido sustituido en el cargo. Reconocerán en el estribillo una paremia bastante popular en nuestro idioma, pero que viene al pelo.
Desgracias con animales
alterar la vida pueden,
cosas que a veces suceden
de lo más habituales.
Personas muy principales
me humillaron y acusaron
sin motivo ni porqué,
Mataperros me llamaron
Por un perro que maté.
Por un barullo remoto
se produjo una espantada
de turba descontrolada,
y huyendo del alboroto,
como nave sin piloto
entre todos me empujaron
y a un perro yo atropellé,
Mataperros me llamaron
por un perro que maté.
Mientras que tuve resuello
a todos yo repetía
que no fue voluntad mía
la causa del atropello,
pero a resultas de aquello
todos me vilipendiaron
y sin dignidad quedé,
Mataperros me llamaron
por un perro que maté.
Con todo el orgullo herido,
pronto mi alma de quijote
fue tomando gusto al mote
y lo adopté de apellido.
Con placer de renacido
y con soberbia proclamo
lo que ahora mismo diré:
Mataperros yo me llamo
por un perro que maté.
LdP
P. D.: Cuando en 1.918, ya con el nuevo alcalde, se propagó la "gripe española", muy mortal y contagiosa, hubo fallecidos y fallecidas en el pueblo a causa, según las malas lenguas, de unas manifestaciones promovidas por una concejala joven e inexperta, esposa del 2º teniente de alcalde, en contra de la opinión del médico del pueblo que ya había alertado a las autoridades del peligro de contagio masivo a causa de excesivas concentraciones humanas. No hubo libelos publicados (otras fuentes de dudosa credibilidad indican que hubo subvención del alcalde a los impresores del pueblo) a pesar de los muchos fallecidos. En fin, y eso qué más da.