sábado, 30 de abril de 2011

DOS CAROS CACHETES

Que conste que el que esto escribe, convivió en su cada vez más alejada infancia con algún que otro cachete que por causas fácilmente imaginables, mereció a juicio de quien le trajo al mundo y le procuraba, además de educación, sustento, cobijo y protección. Y no me considero más tonto por eso. Con la perspectiva de la distancia, doy gracias a Dios porque, a pesar de eso, no me separaron de mi padre, al que recuerdo más por sus enseñanzas, que me procuró cuantas pudo, que por sus azotes, de los que también aprendí algo.
Que una niña haya sido separada de su madre durante dos años largos por un par de cachetes, que a lo mejor le dolieron más a la madre que a la hija, me parece una aberración, que me lleva a preguntarme si la sentencia judicial que condenaba a esa madre al alejamiento de su hija no habrá sido un maltrato para la niña mucho mayor que los cachetes. Curiosas leyes, que permiten matar al inocente dentro del sagrado claustro materno si no tiene más de 14 semanas, pero no permiten ni tocarlo cuando el sentido común aconseja reprenderlos por alguna fea acción. Y que nadie se rasgue las vestiduras ni me acuse de defender a ultranza el castigo físico a los niños. No es lo mismo un bofetón a tiempo que un maltrato desproporcionado, que en caso de detectarlo, yo también lo denunciaría. Ya he apelado al sentido común.
P.D.: Seguramente, esta pobre mujer nunca dio ningún cachete a su hijo.



Petulante mozalbete
de adolescencia compleja,
si la razón aconseja
propinarte algún cachete


o una torta en el moflete,
aprende la moraleja
que viene tras la colleja
sin montar ningún sainete.


¿Son de verdad tus abuelos,
los que arman tales revuelos?,
¿son los padres de tu padre?


Falaz y cruel desacato,
es condenarte al maltrato
de privarte de tu madre.


LdP

3 comentarios:

Tannhäuser dijo...

¿Esto es el "estado de derecho?, pues me cago en él.

Al juez que ha dictado esa sentencia habría que despellejarle vivo, untarle con sal y miel y amarrarle a un hormiguero.

Disculpe el tono D. Love, pero estas cosas me sublevan.

Monsieur de Sans-Foy dijo...

La noticia me dejó perplejo.
Es uno de esos casos en los que uno se plantea si para impartir justicia basta con saberse las leyes.
En mi opinión, semejante juez o jueza ha dado pruebas sobradas para que la inhabiliten hasta para ser presidenta de su comunidad de vecinos.
Saludos cordiales.

Javier dijo...

A base de bofetadas
caseras me acostumbraron
a obedecer y… ¡no veas
las leches que me pegaron!

Si no cogía los libros
me pegaban una tunda
de la que salía siempre
aunque vivo, mal librado.

Si algunas veces huía,
o me hacía el despistado,
la tunda se repetía
sin presencia de abogado.

No me dejaron tullido
ni me dejaron lisiado,
me dejaron hecho un hombre
perfectamente educado.

Benditos sean mis padres
que con amor me educaron
y, por supuesto, benditas
las tortas que me endiñaron.

Un abrazo.