No os extrañe si la primera estrofa de la entrada de hoy os recuerda el inicio del poema de Garcilaso de la Vega, A la flor de Gnido, porque está hecho a propósito:
Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento.
Es la primera vez que se me ocurre utilizar la lira. Nunca había abordado esta estrofa tan lírica. El tema es lo de menos. Que me perdonen Garcilaso, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Obviamente, y aunque lo parezca, esto no es una sátira de su obra.
Por esta baja lira
merézcome el oprobio y el tormento
las burlas y la ira
y hasta el abroncamiento
y el desdén de mi musa de escarmiento.
Tormenta que respira
y esparce sus esencias en el viento,
murmullo que suspira
con voz de ronco acento,
susurro de vergüenza y esperpento.
Aroma demoníaco,
de sobra, de abyección y de sulfuro,
de resto, de amoníaco,
enjundia de conjuro
que envilece y arruina el aire puro.
La culpa fue del plato,
preparado de especias y legumbre
que degenera en flato
y viene a ser costumbre
que atiborre de escoria y podredumbre.
Y hundido en la agonía,
pretendiendo un alivio gigantesco,
estando en compañía
no es muy caballeresco
rendirse al apretón y echarse un cuesco.
Y, avergonzado, queda
el autor con el rostro enrojecido
y envuelto en polvareda
exclama compungido:
-¡Buscad otro patán, que yo no he sido!
LdP
La poesía satírica siempre ha sido una de mis aficiones. Componerla y compartirla siempre me ha causado satisfacción y felicidad si he arrancado una sonrisa de quien me ha leído. La ironía, el sarcasmo, la sátira son armas de doble filo que pueden fácilmente volverse contra quien las utiliza. También pueden ser motivo de enojo para la persona satirizada. No es esa mi intención. No pretendo que esto vaya más allá que una crítica ácida a veces, pero inofensiva. Pero crítica al fin y al cabo.
2 comentarios:
No es sátira, D. Love
de preclaros autores que usted cita
que al flato, en liras, trove
con su gracia exquisita
que a su alto ingenio halaga y felicita
A su lira intestinal,
¡por San Dionís! que yo callar no puedo,
califico de genial,
le imito y salto al ruedo
de rimar, yo también, al flato y pedo.
Que asunto es puñetero
si, en público, el vil flato da su envite
y cito al refranero:
“la voz que el culo emite
no hay arrastre de sillas que la imite”.
Y aunque la voz la imite,
por compasión, que el cielo no permita
que ese arrastre explicite
una mezcla maldita
de gases, que el culo facilita.
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